Centenario de Simone Weil
Por: Pedro Shimose
Las mujeres han vivido por milenios sometidas al dominio masculino, rayano, muchas veces, en el desprecio. Hypatia (Alejandría, c. 370–idem, 415), filósofa, matemática y astrónoma griega, simboliza la democratización del saber, pero lo pagó muy caro. Fue linchada por el populacho. El desdén y rechazo a la inteligencia de la mujer se manifestó hasta hace poco en el campo de la ciencia, las artes y la filosofía. Filósofos como Kant y Schopenhauer hicieron gala de su misoginia. A pesar de todo, ahí están Hanna Arendt, Simone de Beauvoir, María Zambrano y Simone Weil, cuyo centenario recordamos.
La filósofa francesa Simone Weil (París, 03/02/1909–Londres, 24/08/1943) murió a los 34 años, célibe y tuberculosa, predicando la necesidad de abrazar el sufrimiento del mundo, haciéndose eco de los infortunios de los obreros y buscando, impregnada de misticismo, la justicia social y la salvación individual en un mundo deshumanizado. En vida, publicó L’enracinement (1945 / Las raíces del existir). Su obra se ha ido publicando con carácter póstumo y ha concitado el interés y la admiración de intelectuales de la talla de Albert Camus, Gustave Thibon, Emmanuel Levinas y Frédéric Worms, que la define como filósofa de ‘la experiencia de la necesidad’. El año pasado se publicó el volumen IV de sus obras completas, titulado Escritos de Marsella (1940-1942).
Discípula del pensador francés Alain (seudónimo de Émile Chartier, 1868-1951), fue educada en el racionalismo y el interés por las religiones. Alain la condujo al conocimiento de Spinoza y los filósofos griegos. A esta etapa pertenecen sus libros Intuiciones precristianas (1951), La fuente griega (1953) y Lecciones de filosofía (1959). Autora de Cuadernos (1951-1956), Escritos de Londres y últimas cartas (1957) y Sobre la ciencia (1966), Weil escribió penetrantes intuiciones religiosas reveladas en sus libros La gravedad y la gracia (1947), La espera de Dios (1949), El conocimiento de lo sobrenatural (1950), Carta a un religioso (1951) y Pensamientos desordenados acerca del amor de Dios (1962).
Nacida en el seno de una familia burguesa, agnóstica, de origen judío, vivió opacada por la fama de su hermano André (1906-1998), matemático genial cuya precocidad era comparada a la de Pascal. Simone creyó que, por ser mujer, jamás tendría cabida en un mundo dominado por hombres. Toda su vida quiso vencer este complejo de inferioridad que la convirtió en un ser rebelde, inconforme y contestatario. Renunció a las comodidades de la burguesía y eligió vivir la violencia de su tiempo, primero en fábricas, luego en la defensa de la República española y, finalmente, como resistente contra la ocupación nazi. Intelectual comprometida con los oprimidos escribió La condición obrera (1955), Opresión y libertad (1955) y Escritos históricos y políticos (1960).
Incomprendida, sufrió la burla de sus contemporáneos. Desgarbada, flaca, miope, iba siempre mal vestida; siendo rica, vivía pobremente y se privaba de comer con tal de socorrer a los más necesitados. Por eso, la consideraban alocada, chiflada y, en sentido irónico, una santa laica, una ‘mística’, santurrona y anoréxica.
El teólogo católico Charles Moeller le dedicó un estudio esclarecedor
en su obra Literatura del siglo XX y cristianismo (vol. I). En él,
define y caracteriza el pensamiento gnóstico de Simone Weil, situándolo
en el estoicismo místico de la antigüedad, combinado con un fuerte
influjo cátaro. También rebate respetuosamente el antisemitismo y el
maniqueísmo de la pensadora francesa. Parte de la obra de Weil ha sido
publicada por las editoriales Sudamericana, de Buenos Aires, y Trotta,
de Madrid. // Madrid, 06/03/2009.
Fuente: El Deber
Categoría : Artículo